Cristina Fernández: Boudou es un concheto de Puerto Madero y Aníbal un grasa de Quilmes, ¿no soy una genia eligiendo mis colaboradores? - Daniel Scioli: Mariotto es el mejor compañero que podría tener. Él va a hacer todo el trabajo. - Ricardito Alfonsín: El discurso de la Presidenta me decepcionó. Yo pensé que iba a recitar el Preámbulo de la Constitución - Elisa Carrió: Ya tengo el betún, el uniforme de camouflage y la cantimplora, ¿qué me está faltando?- Amado Boudou: ¡Esta era la famosa campanilla! Yo voy a usar la guitarra, soy un Vice heavy muy jodido- Macri: Me quieren dar el subte y yo quiero la policía. ¡Quiero la policía, la policía! ¡Policíaaaaaaa! - Hermes Binner: Ahora que pasaron las elecciones, ¿qué carajo tengo para hacer?- Mariano Grondona: Le dan subsidios a los negros pero yo pedí para embalsamarme y me lo negaron - Pino Solanas: Yo sigo opinando, total.... - Julio Cobos: ¿Vieron que me dio la mano? Ahora, la tenía medio húmeda. ¿Qué sería?

domingo, 17 de julio de 2011

Haciendo leña del árbol caído



Tanta es la pasión que el sucio negocio del fútbol representa que la irracionalidad más absoluta campea, desde jugadores, técnicos y periodistas deportivos, estos últimos meros operadores de los medios monopólicos y, muchas vecs, con intereses asociados que explican gran parte de sus opiniones: caso Javier Pastore, por poner un ejemplo.

Pero dejando de lado el componente mafioso del fútbol, aquel por el cual los clubes, que son asociaciones civiles para el fomento del deporte, en realidad actúan como madrigueras de negocios y burla cruel e impúdica sobre la noble historia de sus propias entidades deportivas, existe algo que se llama juego, el fútbol, acerca del cual, con referencia al equipo nacional, se pueden señalar algunas cosas que, si bien, sólo es una verdad relativa del que opina, en este caso el Analyst Group of Psicologist Soccer's Game del Mosquito Molesto, no deja de tener fundadas razones para hacerlo.

Primera:  Equipo sin alma

Perder o ganar son contingencias, por eso el fútbol, como el truco, las bochas o el backgammon, es un juego, y en los juegos, se pierde o se gana. Y no es una cuestión del técnico. Supongamos, por un momento, que una máquina científica pudiese clonar a Pep Guardiola, por ejemplo, y distribuir entre los 20 equipos de Primera División réplicas absolutas del  exitoso entrenador del Barcelona: de todas maneras habría un campeón y un último: o sea, habría un clon-Guardiola campeón, para regocijo de los exégetas y un clon-Guardiola al descenso, vituperado e insultado por hichas frustrados.

Pero perder sin alma es algo imperdonable. Y este equipo nacional no tiene alma y no la tuvo cuando le ganó al modesto equipo costarricense, victoria que nadie daba por descontada, tan poca fe y entusiasmo transmite el combinado dirigido - es una manera de decir - por Batista.

Las pésimas perfomances contra Bolivia y Colombia, apenas disimuladas por la victoria sobre los ticos, no presagiaba un partido ganable a Uruguay, equipo con garra y con inteligencia, que no se iba a dejar arredrar por el tranquito pituco de Gago, o por la rebanadora oxidada de Mascherano, y mucho menos por un Messi que jamás rindió en la Selección por la sencilla razón de que los entrenadores - el gordo bocón y el actual despistado - pretenden de él que sea lo que no es: un líder.




Messi no tiene alma y no es un líder, no es quien puede crear, él está para la definción brillante, para el broche de oro, para, con su endiablada carrera y su pique corto, mandarla al fondo del arco, saludar y seguir a la espera de que otros - Xavi e Iniesta, en su caso - le vayan poniendo la mesa, doblando la servilleta y sirviendo el cabernet, con velas y todo. Pero no es líder, no tiene alma, no es ni Maradona, ni Francescoli, ni D'Alessandro ni cualquiera que a usted se le ocurra.

Posiciones incomprensibles

¿Javier Zanetti en la izquierda? ¿En qué cabeza cabe? En la de Batista, aunque no es el único caso. Ciertos entrenadores quieren pecar de originales y hacen jugar a sus players en posiciones absolutamente distintas de aquellas en las que se han destacado. El caso de Zanetti es clarísimo, el de Messi también. 

Defensa horrible

La dupla central argentina era un colador y los laterales no son hombres de marca férrea, son jugadores de proyección, pero no de marca. Si supusiéramos un nuevo encuentro de esta Selección con la Alemania de Low el resultado sería calcado o superior al que se comió Maradona en el Mundial. Jugadores que no marcan, que no bajan, desorden absoluto, un Mascherano que, a las limitaciones habituales, le agrega el desamparo en que se lo deja y otras inexplicables decisiones a contrapelo de cualquier sensatez futbolística.

¡Cómo se extraña un Griguol, por ejemplo! En el segundo tiempo, con los uruguayos disminuidos por la expulsión de Pérez, pasa Di María - un habilidoso extremo - a posición central, desplazando a Gago - poco comprometido pero más útil - y Messi, de buen primer tiempo, desaparece. ¿La razón? Pregúntesela a Batista. 

Entonces, los uruguayos respiraron tranquilos, si la pelota pasa por el feo y esmirriado extremo devenido en enganche, no iban a pasar sofocones y le iban a seguir tirando pelotazos a Forlán y Suárez, dos jugadores con cabeza, para que lastimaran a la horrible defensa argentina, que es lo que pasó. Y, por milagro, no lo definieron antes de los penales.

Tévez

Culpar a Tévez por la descalificación argentina es grotesco. Pero, si algo se puede decir es que, cuando la cosa viene jodida, no habría que poner a alguien que está torcido con la realidad. O sea que el Apache resultó intrascendente en el juego - salvo un tiro afortunado - y desperdició el penal. O sea, hizo justicia a su mala relación con el equipo y con el técnico. Cantado.

Futuro

El futuro de la Selección es incierto. Con este técnico y estos jugadores sin alma y sin oficio - palabra que no se menciona pero que es importanísima - las próximas Eliminatorias serán un calvario.
Pero no importa, porque sus cuentas bancarias seguirán rebalsantes de euros, se comprarán yates - como Lavezzi -, endulzarán sus vidas con cuanto gato ande por ahí y los argentinos, devenidos en réplicas de esa monstruosidad llamada Tano Passman, serán objeto de las burlas hirientes y bastante bien fundamentadas de los hermanos latinoamericanos, que siempre disfrutan cuando la distancia entre la realidad y la soberbia se muestra, cruda y fuerte, y nos manda adonde debemos estar.

¡Argentina! ¡Argentina!

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