Gran experiencia democrática en la Ciudad de Buenos Aires han representado las últimas elecciones porteñas. Especialmente porque se terminó la habitual discriminación de décadas anteriores. Justo es reconocer que el cambio generacional ha provocado que ya sean pocos los porteños que aún piensan que el mejor intendente de la Ciudad fue el brigadier Osvaldo Cacciatore, cosa que aún sucedía hace diez años, y, muchos menos aún, los que siguen pensando que el top ten de los jefes comunales fue Saturnino Montero Ruiz.
Nada que ver, entonces, con tiempos superados. Hoy por hoy pueden competir un judío y un payaso descerebrado y el electorado, impregando de tolerancia y sentido cívico, opta por alguno de ellos.
Y no es menor el mérito de los que votaron a un director de cine que hizo una sola buena película (La hora de los hornos) y luego desbarrancó hasta niveles vergonzosos en bodrios como El Exilio de Gardel, Sur, El viaje y La Nube, esperpentos que recuerdan a las películas de Subiela después de Últimas imágenes del Naufragio. Lo cual muestra que el pueblo diferencia la incapacidad cinematográfica de la incapacidad política.
Y, avanzando con este criterio, también el porteño se ha superado, dejando de lado la nostalgia de las clases medias urbanas gorilas, añorantes de la Revolución Libertadora o de Onganía, y puso en su lugar al anticuado y patético sobreviviente radical, condenando a este partido en estado de putrefacción al limbo de los minúsculos partiditos testimoniales que hacen mucho ruido pero rompen pocas nueces. Sí, el viejo partido de Alem, naufragó en su impotencia y todo parece indicar que, al menos en la reina del Plata, ningún otro guitarrero boina blanca aparecerá por largo, largo tiempo.
Todas rosas en esta elección, que coloca al país a la vanguardia de los países adelantados, si bien no tanto como podría ser una Noruega, ya que acá, aún ningún taxista se animó a matar a sus conciudadanos, sí como los países europeos que pueden votar con total independencia a un Le Pen, a su hija, a la nieta de Mussolini o a la Cicciolina, por poner ejemplos conocidos.
Congratulaciones, Ingeniero Macri, por su victoria.
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