Cristina Fernández: Boudou es un concheto de Puerto Madero y Aníbal un grasa de Quilmes, ¿no soy una genia eligiendo mis colaboradores? - Daniel Scioli: Mariotto es el mejor compañero que podría tener. Él va a hacer todo el trabajo. - Ricardito Alfonsín: El discurso de la Presidenta me decepcionó. Yo pensé que iba a recitar el Preámbulo de la Constitución - Elisa Carrió: Ya tengo el betún, el uniforme de camouflage y la cantimplora, ¿qué me está faltando?- Amado Boudou: ¡Esta era la famosa campanilla! Yo voy a usar la guitarra, soy un Vice heavy muy jodido- Macri: Me quieren dar el subte y yo quiero la policía. ¡Quiero la policía, la policía! ¡Policíaaaaaaa! - Hermes Binner: Ahora que pasaron las elecciones, ¿qué carajo tengo para hacer?- Mariano Grondona: Le dan subsidios a los negros pero yo pedí para embalsamarme y me lo negaron - Pino Solanas: Yo sigo opinando, total.... - Julio Cobos: ¿Vieron que me dio la mano? Ahora, la tenía medio húmeda. ¿Qué sería?

sábado, 3 de septiembre de 2011

Santiago Kovadloff: simplemente un miserable


El filósofo y ensayista Santiago Kovadloff publicó en el día de hoy una columna de opinión en el diario La Nación hablando acerca del penoso suceso de Candela Rodríguez (ver nota) y burlándose del dolor de esa familia, del desamparo y horror inimaginable de la pobre niña y de cualquier persona sensible.


¿Y para qué? ¿Cuál sería el sentido de ser tan miserable?

No existe suceso del cotidiano vivir, por desagradable que fuera, que no amerite una reflexión, porque eso hacemos los seres humanos: reflexionar, indagar, pensar, relacionar. Eso nos diferencia de los animales, esa capacidad de interrogarnos acerca de nosotros mimos, de qué somos y hacia dónde vamos - que es la conciencia de nuestra propia finitud - y tal característica no cesa, aunque el hecho sobre el cual se medita sea tan doloroso e incomprensible como el asesinato brutal de una pobre niña de 11 años.

Como bien señala Leopoldo Marechal en Megafón o La guerra, el hombre es capaz de las alturas más extraordinarias y de los abismos más insondables. Puede ser un Albert Schweitzer o un Josef Fritlz, y es necesario admitirlo, ver el profundo pozo de negrura que existe en nosotros mismos para entenderlo, para saber que, lamentablemente, estos episodios suceden y van a continuar sucediendo y que no existe policía o funcionario o poder de algún tipo que pueda evitar aquel enemigo que nos habita.

Y hay consecuencias morales, en nuestra reflexión, hay heridos, personas dañadas, personas cuya supervivencia pasa a ser un infierno, un extendido infierno de impotencia y de incomprensión ante la brutalidad sin sentido. Entonces, la necesaria reflexión se encuentra atada a la piedad, a valorar al otro - a los otros -, a los que sufren, a aquellos que, espejos de nosotros mismos, se debaten en su pena.

Pero todo esto, el filósofo Kovadloff, el miserable Kovadloff, no lo tiene en cuenta. El, en el abominable medio en el que escribe, borronea párrafos cínicamente piadosos para, supuestamente, endilgarle responsabilidad al Gobierno por este trágico episodio.

No importa ninguna razón objetiva, no existe piedad ni decoro, a la manera de los buitres que, insensiblemente vuelan en círculos sobre la presa, el rapaz Kovadloff hace aquello que le dicta su estulta naturaleza: ser un monstruo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario